Mujer idealizada

Imágenes que se complementan con un antipático espejismo en medio de un contexto muy vertiginoso. Allí esta ella, apropiándose de toda la periferia que la rodea, entregándose al placer y demostrando el porque de la poesía universal. Cualquier poeta quisiera incluirla en sus obras literarias, dejarse llevar por la luz de esos radiantes ojos y esa distinguida elegancia puede ser sin dudas la madre de todas las motivaciones, la máxima aspiración de dos ojos artísticos. El afortunado era yo, sorpresivamente la fortuna estaba de mi lado aunque yo no había solicitado nada en particular. Aunque recordando viejos sueños, anhelaba algo tan ambiguo y confuso que jamás había estado más de 20 segundos idealizando ese deseo.

Pero allí estaba el sueño… consumiéndome de a poco y manejando los hilos de mi inconsciente.

… Era verano. Tarde calurosa. El día se iba lentamente, casi como pidiendo permiso. Insólitamente me encontraba parado en un lugar estratégico, planeado diría algún pesimista. Sabía que iba a pasar, pero no pensaba que era ese el momento. Ella, una mujer de una importancia ambigua en mi vida, caminaba invisiblemente reflejando almas, sanando frustraciones, obsequiando calma. Se iba diluyendo a medida que sus pies aceleraban el paso, pero sabía que iba a parar en mi estación, esa estación tan abandonada y deteriorada que tambaleaba diariamente. No duda en acercarse a la orilla y observar el límite horizontal que propone el mar, la rojiza luz del sol poniente es un ingrediente perfecto; me agarra de la mano y se aferra a ella como niña a su muñeca preferida. Puedo sentir la calidez de su palma, y un placido escalofrió que se apodera de mi cuerpo. Me adhiero a su deseo y contemplo con ella el encanto que expone la naturaleza. Todo se silencia, solo oigo su respiración y la brisa que nos hace compañía. Pareciera ser una secuencia de uno de mis sueños predilectos, esos sueños que siempre se apoderaban de mis noches logrando desvelarme. Paradójicamente creía estar en presencia de una fantasía real, en un efímero y brillante momento. También creía que algún lirico oportunista tal vez apreciando lo que ve se haga millonario tan solo utilizando sinónimos de encanto y belleza, o más lunático aun, recordaba al grandioso Bécquer e identificaba sus mas bellos poemas en la figura femenina que tenia a escasos centímetros, que en breve serian kilómetros. Perturbado por esa eventualidad que se hacia presente, giro mi cabeza para observarla, el cielo se coloca a la altura del ultimo pelo de mi cabellera, alzando mi brazo derecho acaricio suavemente una nube y el brillo del riguroso sol comienza a encandilarme. Su mirar era reflejo de un hecho evidente, sus ojos competían con la tonicidad del mar, lo melódico de esta fantasía ya no era quimérico, la hipotética situación ilusoria que tanto anhele estaba endulzando mis sentidos, mi sensibilidad. Mi canción había dejado de ser una esperanza infrecuente, las notas sonaban más fuertes y el pianista se deleitaba. La melancolía y lo absurdo habían emigrado dándole espacio al placer visual, al amor narcótico, ese inaudito sentimiento que permanecía en mi interior y se divertía ingenuamente, deslizándose en la incertidumbre. Ella es la única capaz de extinguir mi opacidad y consolidar mi felicidad tan solo con unas sabias palabras, es capaz de crear en mi un mundo interior lleno de paz y armonía, un universo nuevo que alterna en una escala de colores indescifrables, tal vez esos colores que se pueden apreciar en algún paraíso emblemático. Se que nada variara y que ese encuentro ideal, esa esperanza pintada en un mar de cartón, quedara en la humilde tinta que desecho mi pluma en este escrito extremadamente ambiguo, pero realmente placentero…


Me habían dicho que hay un lugar donde el sol del mediodía no quema, donde las noches de luna llena no te hacen llorar. No se porque esa necesidad de viajar tan lejos de la realidad.